sábado, 9 de abril de 2022

Tiempo de Semana Santa. Momento de parar a coger fuerzas meditando el misterio de la Cruz

¡Segundo sábado del mes! Y aquí estoy porque es lo que me propuse al comenzar el año. Discúlpame si en esta ocasión vengo tarde y mal para dejarte más quejas egocéntricas que reflexiones.

Litúrgicamente estamos arrancando la Semana Santa y creo que, después de la intensa Cuaresma que he tenido que vivir, mi cuerpo y mi mente anhelan un encuentro intenso con el Señor. Me hace falta un tiempo de retiro y recogimiento para buscar la luz del Camino y seguramente lo notes en mis palabras. Quizá sea momento de hacer una parada en la noche oscura y aprovechar para coger fuerzas meditando el misterio de la Cruz, el yugo que nos une a todos los llamados por el Pastorcito Divino.


Los rocieros cuando contemplamos la imagen de la Virgen del Rocío sabemos, aunque a veces se nos olvide, que ese Niño, al que Ella mira con verdadero Amor, es el que tantos dolores le causó a lo largo de su vida y el que acabaría muriendo en la Cruz por nuestra Salvación. A muchos cristianos se nos llena la boca al hablar de la Pasión de Cristo. Y la historia queda muy bien si nos la leen, como en la solemnidad del Domingo de Ramos o el Viernes Santo; o cuando nos la sacan a las calles y podemos acercarnos a ella a través de los pasos que estos días harán sus recorridos procesionales por nuestras ciudades pero... ¿qué tal se te da a ti vivenciarla? A mí ya te aseguro que no me hace ninguna gracia. ¿Y evitársela a los demás? A mí me parece que también se me da fatal.

En 2017 escribía por este rincón que había caído rendida al Amor de los Amores y que me sentía resucitada. Actualmente creo que mantendría que siento que mi vida está cambiando y que sigo en periodo de conversión; pero también tendría que rectificar y manifestar que lo que me siento últimamente es crucificada o al menos abandonada como le ocurrió a Jesús cuando tuvo que enfrentar su subida al Gólgota. La percepción que tengo es que gente de la Iglesia en quien yo había puesto mi confianza me ha dado la espalda; el párroco que llegó en septiembre, sin conocerme, lejos de sanar mi alma o pastorearme, lo que ha hecho ha sido agrandar mis heridas y dejarme al margen del rebaño. Por no hablar de otras personas de mi pasado reciente que tampoco se han privado de regalarme buenas dosis de falta de caridad. Y, sinceramente, a mí todo eso me duele. Tanta decepción por todas partes me tiene el corazón cada vez más endurecido. 

No sé si acabaré viviendo esta Semana Santa como un nuevo Judas (la verdad es que lo hago con frecuencia porque peco mucho) o un Pedro (buscando caminos más fáciles, que es algo que también se me da de miedo). Ojalá que, mientras me quedo clamando como Jesús "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", la Blanca Paloma, a quien he tenido que volver a venerar en soledad y silencio, me saque como tantas otras veces en volandas. Espero poder perdonar y resucitar porque esta Pascua desearía poder emprender, bajo su alas, un nuevo vuelo hacia Pentecostés. 


¿Rezas por mí, para que, por intercesión de la Virgen, su Divino Hijo me colme de gracia, me ayude a no perder la esperanza, a perseverar en la fe con fidelidad y a volver por aquí con otra disposición el mes que viene? 

¡Qué la Reina del Rocío siga siendo siempre nuestro modelo!

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