viernes, 1 de septiembre de 2017

Ni recetas ni crónica de las vacaciones... hoy me rindo al Amor de los Amores

Terminaron el curso y las vacaciones. Arranca de nuevo septiembre, vuelvo a estar en el paro pero, como no hay mal que por bien no venga, ¡ya estoy aquí otra vez, no me lo creo! Vuelvo tras varios meses de silencio bloguero y vengo con un tema que tal vez no sea el que más te interese. Sé que, seguramente, este no va a ser el regreso que habías pensado pero no quiero seguir frenando el deseo que tengo de contarte algo. He decidido exponer públicamente, como el que sale del armario, que de un tiempo a esta parte siento que mi vida está cambiando.


Últimamente lo que más me preocupa es aprender a reconocer cuál es la voluntad de Dios y le pido con frecuencia que me dé la inteligencia y sabiduría necesarios para saberla descubrir, así como la valentía y la fuerza suficientes para aceptarla y cumplirla. ¡Quiero vivir el plan que tenga pensado para mí! Y no te alarmes que, dicho así, puedes pensar que de repente quiero meterme a monja; sin embargo no es eso, aunque sí que me gustaría que llegaran nuevas vocaciones y algunas fueran a parar al convento de San Pascual en Aranjuez.

Hace tiempo escribía que había empezado a abrir los brazos a Jesús, que tenía dudas pero que confiaba en Él y que sentía que hablando del Resucitado yo resucitaba también. Desde entonces, poco a poco, sin presión ninguna por parte de nadie (no vayas a pensar que he caído en los brazos de alguna secta) y simplemente buscando alimentar el hambre espiritual, la paz interior o la curiosidad (que ya sabes que es la misma que mató al gato), fui convirtiendo casi en un hábito algo que en mí parecía increíble no muchos años antes. ¿El qué? Esto:
  • Acudir a misa los domingos (bueno, yo suelo ir los sábados por la tarde aunque en verano rompa un poco la rutina) y días de precepto.
  • Dejarme caer un ratito los jueves, aunque sea in-extremis, a los pies del Santísimo.
  • Acercarme los lunes hasta el centro parroquial para disfrutar de un buen rato de oración en agradable compañía.
Y con estas nuevas rutinas, además de trabajando diariamente mi fe (con frecuencia bastante pequeña) o mareando con mil dudas e historias al sacerdote de mi parroquia y algunos feligreses con los que tengo más trato, llevo meses con la sensación de que mi forma de ver las cosas se está transformando progresivamente. Sí, sí, de verdad, sé que sigo en periodo de conversión, que tengo mis días, y que no siempre me resulta fácil ni agradabe; pero lo cierto es si me hubieran dicho hace dos años que acercándome a la Iglesia iba a estar así no me lo hubiera ni creído ni dado dos duros por ello. ¿Cómo estoy? Te lo cuento:
  • Rodeada de un montón de gente buena que me alegra el corazón.
  • Exactamente igual que siempre pero empezando a tomarme, de vez en cuando, las cosas de forma diferente.
  • Siempre buscando vivir esperanzada y queriendo confiar en que todo lo que me pasa, aunque no lo comprenda y a veces me llene de tristeza, es lo mejor para mí.
  • Urdiendo mi próxima publicación y esperando aquí un comentario tuyo en el que me cuentes si reconoces, o no, cuál es tu misión (yo, si te soy del todo sincera, con frecuencia no consigo determinar muy bien cuál es la mía y tal vez por eso he tenido la necesidad de redactar esta entrada).
  • Cantando lo que puedo con mi guitarra, escribiendo y dando gracias por las muchas cosas buenas que vivo cada día a pesar de los baches o miedos que esconde mi sendero.
  • Imaginando cómo esa música o mis palabras, en algún momento, podrían mover o conmover a alguien.
  • Temerosa por si no sé seguir la pista del "Loco" del camino, la verdad y la vida.
  • Alegre porque me consta que, si mi ignorancia y debilidad hacen que me equivoque, Él siempre volverá a por la oveja perdida de su rebaño y esperará paciente hasta que quiera abrirle nuevamente los brazos.
  • Dichosa de sentirme querida por el "Verdadero Amor". 
  • Afortunada porque me lo encuentro cada día en ese Pastor Divino que me ofrece, como un niño en brazos, mi querida Virgen Santa María del Rocío.

Y por eso, y por Ella que en mí despierta una devoción tan grande, quiero renovarme. Quiero ser mejor persona y soñar que vuelo como una Blanca Paloma; quiero vivir Señora siempre a tu estilo; quiero mantener viva la llama que en mi corazón Él, mejor que nadie, sabe que se ha encendido; quiero ir con vosotros, por los caminos o las duras arenas; quiero quereros y pedir que nunca me abandonéis porque moriría de pena. Reina de las Marismas, protege siempre a esta pobre alma rociera.

Amigo lector o amiga lectora, si no has huido espantado y has llegado hasta aquí, nos vemos la semana que viene (tal vez con una receta y seguro que con mucho amor). Vete feliz porque finalizando este post hice una pausa antes de publicarlo y recé por ti.

2 comentarios:

  1. Qué decir? Sublime, maravillosa entrada.
    Me siento tan identificada......
    Sigue escribiendo, a muchos como yo nos haces un enorme bien🙏🏻🙏🏻🙏🏻. Mil gracias.
    Raquel R.

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    Respuestas
    1. ¡Mil gracias a ti por el generoso comentario! Me alegra saber que lo que escribo resulta útil para alguien. Ya estoy seleccionando la receta para el próximo post, ¡no te la pierdas! 😘🙏

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