sábado, 11 de junio de 2022

El camino de vuelta

Tal día como hoy, hace 22 años, me encontraba pasando por primera vez al quirófano y me alegro de poder celebrarlo escribiendo en mi blog personal. Tras esa intervención se confirmó el diagnóstico de mi endometriosis, una enfermedad de la que he hablado varias veces por aquí, y que me está dando muchos dolores de cabeza; pero también me trajo un maravilloso regalo ese verano: mi primera visita a la aldea de El Rocío para dar gracias a la Virgen. 

Guardo muy grato recuerdo de aquel momento, como también lo tengo de todas las veces que he podido ir a verla, y ojalá me llegue pronto una nueva oportunidad de escaparme hasta tierras onubenses a contemplar su imagen "retirada" del mundo (y pido esto aprovechando que la Iglesia celebra ya las vísperas de la Jornada Pro Orantibus) porque yo también deseo ser lámpara desde la que el Pastorcito Divino pueda iluminar muchas vidas.

Estoy en fase de reconstrucción. Sigo un poco a la escucha, en proceso de conversión y buscando la comunión con Dios aunque confieso que todo esto me está costando últimamente. Regreso por aquí después de haber vivido un Pentecostés un tanto agridulce y un mes rumiado muchas cosas. 

Algo sobre lo que he estado reflexionando últimamente ha sido el camino de vuelta y me preguntaba: ¿cuál es en realidad el camino de vuelta?

Uno va a ver a la Virgen y regresa a su casa; pero cuando acude a reencontrarse de nuevo con Ella también es un camino de vuelta. 

Caminos de vuelta fueron el del joven rico, después de encontrarse con Jesús y ver que no podía seguirle, así como el del hijo pródigo de regreso a la casa de su padre. ¡Y qué diferentes caminos! ¡Igual que el que recorren cada uno de los romeros que van en peregrinación hasta El Rocío! 

A veces la dirección que llevamos puede hacernos sentir tristes porque sabemos que no estamos haciendo las cosas del todo bien y porque podemos intuir que con ese rumbo acabaremos añorando todo lo bueno que teníamos. El otro, aunque también pueda ser difícil y despertarnos ciertas dudas, nos llena de esperanza y gozo interno porque sabemos que vamos en la dirección correcta.

Venían a mi mente algunos versos desordenados, como quizá también lo estén siendo mis palabras, que seguro que te suenan:

"Bonito y triste el camino cuando se viene de vuelta".

"No sé si has cambiado por dentro lo mismo que estás por fuera".

"Todo se va terminando como un sueño que se aleja pero la Blanca Paloma en mi corazón se queda".

Y yo pensaba que, por encima de la belleza, la tristeza, los cambios o el paso del tiempo, lo más importante es que aprovechemos cada día para intentar conocer mejor a la Virgen, acercarnos a Dios y dejar que así anide en nuestro corazón la Blanca Paloma.

La vida no es fácil ni sencilla, como tampoco lo es cualquier procesión de la Virgen del Rocío. Y el lunes, al enterarme de la rotura del banco del paso de la Virgen y cómo sus hijos debían ir hasta su santuario a rezarle la Salve, volví a pensar en el camino de regreso y aprendí una cosa: la necesidad de refugiarnos en casa cuando estemos heridos o cansados para poder coger fuerzas o curar aquello que nos esté haciendo daño. Pero... ¿cómo refugiarse en la Iglesia cuando son los de dentro los que te han decepcionado?

A mí me está pasando pero, a pesar de todo, quiero intentarlo porque, como dice la letra de otra sevillana clásica, "todo el que ha visto alguna vez a la Virgen desde cerca, no puede volverse atrás aunque los tiempos se vuelvan". 

¡Ayúdame Madre mía del Rocío a seguir por el sendero! Quizá en estos momentos vaya siendo hora de sacudirme el polvo y continuar caminando. Ser rociero no es quedarse llorando a los pies de la Cruz sino seguir buscando marismas nuevas con alegría porque al final del Camino eres tú quien nos espera. Perdóname si ahora, que acabamos el curso, me voy a tomar un merecido descanso para poder orar las cosas en silencio e intentar encontrar ese camino de vuelta que me lleve de nuevo hacia ti.

Y a ti que te has animado a leer hasta aquí... ¿te animas a rezar por mí? Pide a Dios que, por intercesión de la Causa de mi alegría, me ilumine y me dé fuerza para que pueda discernir bien y obrar conforme a su voluntad.

Dios te bendiga y la Virgen de te lleve siempre de su mano.

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