martes, 1 de noviembre de 2022

Mirlo Blanco

El pasado 10 de septiembre redacté una entrada por este espacio que titulé sabatina de despedida. Al final de la misma ponía que no sabía si volvería por aquí y en esta ocasión, aprovechando que arrancamos un nuevo mes, no he querido seguir frenando el impulso de escribir que me llevaba acompañando durante todo octubre.

Seguramente sea una publicación puntual y, como verás, no voy a hablar de la Virgen del Rocío (aunque no me faltan ganas) ni a comentar ninguna lectura de la misa. Únicamente quería terminar de dar forma a una entrada antigua que tenía a medio redactar con unas reflexiones que me inspiró la canción Mirlo Blanco de Shinova y sobre las que he regresado en varias ocasiones últimamente.


Hoy, precisamente, hace justo un año que la compartieron conmigo y buscando información sobre el grupo leí en su momento que Shinova quiere significar "nueva energía". Y es curioso porque debo reconocer que a mí Mirlo Blanco siempre me ha movido a nivel de fe.

Meditando su letra pensaba que muchas veces nos dan ganas de tirar la toalla cuando tenemos que afrontar un momento de adversidad (porque a nadie nos gusta sufrir ni pasarlo mal). Y cuando nos surge un problema es habitual que nos encerremos en nosotros mismos y nos pongamos a idear la manera de reinventarnos. Hasta aquí todo es válido y normal. Lo malo es que muchas veces ese nuevo plan también se viene abajo y la frustración acumulada nos va minando y robando la esperanza. Y ante un drama así... ¿qué nos queda? Pues nada y todo. Aceptar el detalle más importante: que no somos ni tú ni yo los que debemos trazar las vías de escape de nuestra vida. El Creador del mundo ya lo ha pensado, por ti y por mí, y si nos fiamos de Él y respondemos a su llamada, si perseguimos entrar en su presencia, podremos vencer esos gigantes que nos atormentan. 

Es ante la oscuridad cuando el hombre más anhela tener luz en su vida. Por eso todo aquel que quiere encontrarla debería invertir parte de su tiempo en construir ese alter ego al que todos estamos invitados a asemejarnos: Cristo.

¿Te atreves a seguirle y arder con Él hasta el final? Y si te pasa como a mí, que ya lo has intentado pero las personas que se han cruzado en tu vida te han impedido hacerlo... ¡suelta! Nuestra misión no puede limitarse a idear estrategias de supervivencia para continuar aferrado a creencias que te hacen sentir marchito o muerto en vida. 

Tal vez sea momento de seguir disfrutando de las cosas buenas que tengas y decir: Señor, tú sabes que (como dice el salmo) mi corazón no es ambicioso ni pretendo grandezas que superan mi capacidad. Abandónate en Dios y pídele que te ayude a seguir retando el vendaval. Quizá el intento sea una temeridad pero, recuerda, nadie va a salir ileso de este lugar.


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