¡Hola! El viernes ha pasado tan deprisa que no he podido terminar la entrada a tiempo. Mira las horas a las que llego pero lo que importa es que ¡ya estoy por aquí una semana más!
Si el otro día te traía la receta de una sencilla brandada de bacalao, hoy no te vayas que vengo con algo más fácil todavía. He cerrado la cocina porque quiero contarte mis sitios de tapas y de etapas de este verano. Dicho de otra forma, aunque viene a ser lo mismo, vengo a compartir contigo mi última experiencia en el Camino de Santiago. Y si todavía no lo has hecho te invito a leer este post, en el que te recomendaba realizar la famosa peregrinación, a coger la mochila y a arrancar la marcha.
En 2013 mi punto de salida fue la frontera con Portugal. Esta vez me fui al País Vasco francés, concretamente a la pequeña localidad de Saint Jean Pied de Port, para iniciar desde allí el primer tramo programado de esta nueva aventura. Y, por supuesto, ni viajé sola ni volvimos los que fuimos porque por el camino crecimos.
Tal vez estés pensando que esta entrada no es para ti porque no te interesa eso de tener que andar un montón de kilómetros diarios. No te vayas y sigue leyendo que tampoco es una obligación vivirlo así, puedes ir, de un sitio a otro, en coche o en bus como me tocó hacerlo a mí durante tres días. Esta vez mis pies no aguantaron y tuve que aceptar otro reto: no finalizar en Pamplona como me hubiera gustado, agachar las orejas y buscarme un transporte alternativo para recorrer, cada día, las distancias que correspondían y no quedar descolgada del grupo con el que iba. Ay... ¿qué hubiera hecho sin La Estellesa? Buscar y pagar un taxi.
Mis etapas fueron estas:
- St Jean Pied de Port - Roncesvalles.
- Roncesvalles - Zubiri
- Zubiri - Pamplona
- Pamplona - Puente de la Reina
- Puente de la Reina - Estella
- Estella - Torres del Río
- Torres del Río - Logroño.
Y te voy a ir contando poco a poco sobre cada uno de ellas. ¿Cómo fue? ¿Dónde dormí? ¿Dónde comí? Aquí te lo dejo:
St Jean Pied de Port - Roncesvalles
Esta primera etapa la dividimos en dos. Llegamos a media mañana al punto
de partida (en un autobús que salió desde Pamplona), estuvimos visitando, mochila incluida, la pequeña pero encantadora localidad y después de comer, en plan pic-nic, por una especie de parque, emprendimos la marcha hacia el Refugio Orisson en el que pasaríamos nuestra primera noche.
Creo que fue todo un acierto emprender el camino esa misma tarde porque nos quitamos unos 7km de la primera etapa y gran parte de la pendiente. Lo malo fue el calor que hacía pero, sinceramente, mereció la pena. El precio fueron 36€/persona (cena + alojamiento + desayuno). Las vistas muy bonitas, la comida sencilla pero rica, la habitación correcta aunque con humedad y el ambiente fenomenal.
Nos acostamos pronto porque al día siguiente nos esperaba una buena caminata y unas vistas todavía mejores. La verdad es que del camino a Roncesvalles cruzando el Pirineo poco te puedo decir. ¡Si quieres verlo tienes que recorrerlo! (O echar un vistazo a este servicio que he encontrado mientras preparaba mi entrada. Podrá aliviarte algo el trayecto pero no te librará de hacer igualmente una buena ruta). En definitiva... ¿qué es lo malo? Que seguramente esta primera etapa tal vez sea la más dura de todas. ¿Y lo bueno? Que su belleza compensa con creces el esfuerzo porque de la satisfacción posterior ya ni hablamos. Te dejo solamente una foto pero no hay paisaje o animal en todo el trayecto que no merezcan la pena ser captado con la cámara.
Ya en nuestro destino nos alojamos en el albergue de Peregrinos (12€/persona). Tapeamos a mediodía en Casa Sabina porque llegamos tarde al menú que, dicho sea de paso, tenía muy buena pinta. Cenamos en La Posada el menú de peregrino que ofrecía el albergue (10€ sin mal no recuerdo) pero no lo recomiendo porque el trato fue poco amable, la sopa que yo elegí resultó bastante sosa (a mi marido, sentado en otra mesa, incluso le sentó mal) y la trucha estaba demasiado seca. Sin dudarlo, si vuelvo repetiría en Casa Sabina y tal vez probaría la cocina del restaurante de la Casa de los Beneficiados, donde tomamos algo justo antes de irnos a dormir.
Roncesvalles - Zubiri
Si a Roncesvalles llegamos cruzando un impresionante hayedo por el bosque del Alto de Don Simón, de allí salimos por una senda que parte junto al arcén derecho de la carretera y va, hacia Auritz/Burguete (pequeño pueblo también de gran encanto), por el robledal de Brujas o Bosque de Sorginaritzaga.
La etapa tampoco fue fácil, no tiene el desnivel de la primera pero sí que es también un poco rompepiernas. Encontramos un sube-baja constante, con un terreno a veces algo balastado, no especialmente agradable para los pies, que, en mi caso, empezó a dar cita a todas mis temidas ampollas. Tal vez por eso para mí fue más duro caminar.
Pasamos por los altos de Mezkiritz, el de Errebelu, el de Erro, y no sé si alguno más que se me pueda estar olvidando, y llegamos a Zubiri cruzando el puente de la Rabia sobre el río Arga.
En Zubiri nos alojamos en el Albergue Zaldiko (10€/persona), y allí empezamos a estrechar lazos con los nuevos peregrinos que habíamos conocido. Tarde en el río; show en la puerta del albergue, con una guitarra que había allí y nosotros cantando, incluido; cena en el restaurante Gau Txori. Buen ambiente en general y una bonita amistad que, tal vez, se empezaba a fraguar. El paso del tiempo ahora nos lo demostrará.
Zubiri - Pamplona
Ya con los pies en un estado bastante lamentable emprendí la tercera etapa que pensé no se acababa nunca. Se me hizo larguísima, sobre todo el tramo final.
Pasamos por Larrasoaña (en realidad el camino mandaba a la izquierda pero nos equivocamos y dimos una mini vuelta por allí), Akerreta, Zuriain e Irotz. Y una vez cruzado el puente románico de Iturgaiz fuimos siguiendo el paseo fluvial del Arga. Elegimos no desviarnos hacia Arre ni pasar por Zabaldika, dejamos también a un lado Villaba y Burlada. Yo solamente pensaba en terminar, sentía mis pies como si llevara la suela de la deportiva llena de chinchetas. Me quedé sola un tramo y fue entonces cuando, reflexionando sobre unas preguntas que había planteado al grupo al inicio de marcha, decicí que mi camino había terminado allí. Al rato fue cuando me encontré con mi marido, que se había detenido a esperarme en un banco. Por él, por mis amigos que al llegar me insistieron y por otros motivos que no comprendía supe que si estaba allí era por algo y debía quedarme aunque no fuera lo que yo deseara.
Menos mal que Iruña es una ciudad que acoge, que arropa y que alimenta el espíritu y el cuerpo. Ese día nos alojamos en el Albergue Pamplona (15€/persona, desayuno incluido) y disfrutamos e intentamos olvidar los dolores tapeando por la ciudad. Te recomiendo, entre otros, la Cafetería Estafeta (pinchos clásicos con buena relación calidad/precio), el Gaucho (ideal para degustar alguna de sus deliciosas y creativas miniaturas), el Bodegón Sarría (que no es el más barato pero los pinchos son grandes y están ricos. He leído que fue impulsor del Juevintxo pero, curiosamente, vimos esa oferta en otros establecimientos y no allí) o el Mesón Pirineo (local también con una variedad de pinchos de decente calidad en el que acabamos la velada canturreando y montando un mini saraete). En definitiva, muchas risas en el grupo de peregrinos sibaritas que intentan no ir a albergues públicos para no tener toque de queda y no quieren cocinar para saborear con más intensidad la vida de los lugares en los que paran.
Pamplona - Puente de la Reina - Estella - Torres del Río
Fueron las tres etapas que no pude caminar. Ya por la noche en Pamplona hasta me apretaba la sandalia. Una de las ampollas no me drenaba porque el líquido se estaba volviendo espeso y turbio. Por ello, antes de irme hacia Puente de la Reina, preferí parar en el ambulatorio a ver si me las podían echar un vistazo porque me daba miedo que pudiera estar infectada.
Ese día fue especialmente duro, me dolían no solamente los pies sino el cuerpo entero y también el orgullo. Para colmo me sentía extremadamente cansada y tenía nauseas. Luego supe que mucho debió ser poque me estaba bajando la regla y con la endometriosis todo eso acaba siendo algo normal. Bastante bien se portó la enfermedad.
Aproveché dos de las tres jornadas para pasar a algunas iglesias que encontré abiertas y compartir el tiempo de espera con mi buen Pastor. Lástima que justo el domingo no encontrara ninguna para poder participar de la misa.
En Puente de la Reina dormimos en el Albergue Santiago Apostol y descubrimos el buen comer del Bar Aloa (según me dijo mi marido se lo recomendó el párroco del pueblo y no falló. ¡Riquísima la cuajada quemada).
En Estella optamos por dormir en el impecable Hostel Ágora. Ese día comimos una exquisita hamburguesa de chuletón en el Bar el Rincón y cenamos, con menos éxito, en un bar de la Plaza de los Fueros.
Pasamos por Larrasoaña (en realidad el camino mandaba a la izquierda pero nos equivocamos y dimos una mini vuelta por allí), Akerreta, Zuriain e Irotz. Y una vez cruzado el puente románico de Iturgaiz fuimos siguiendo el paseo fluvial del Arga. Elegimos no desviarnos hacia Arre ni pasar por Zabaldika, dejamos también a un lado Villaba y Burlada. Yo solamente pensaba en terminar, sentía mis pies como si llevara la suela de la deportiva llena de chinchetas. Me quedé sola un tramo y fue entonces cuando, reflexionando sobre unas preguntas que había planteado al grupo al inicio de marcha, decicí que mi camino había terminado allí. Al rato fue cuando me encontré con mi marido, que se había detenido a esperarme en un banco. Por él, por mis amigos que al llegar me insistieron y por otros motivos que no comprendía supe que si estaba allí era por algo y debía quedarme aunque no fuera lo que yo deseara.
Menos mal que Iruña es una ciudad que acoge, que arropa y que alimenta el espíritu y el cuerpo. Ese día nos alojamos en el Albergue Pamplona (15€/persona, desayuno incluido) y disfrutamos e intentamos olvidar los dolores tapeando por la ciudad. Te recomiendo, entre otros, la Cafetería Estafeta (pinchos clásicos con buena relación calidad/precio), el Gaucho (ideal para degustar alguna de sus deliciosas y creativas miniaturas), el Bodegón Sarría (que no es el más barato pero los pinchos son grandes y están ricos. He leído que fue impulsor del Juevintxo pero, curiosamente, vimos esa oferta en otros establecimientos y no allí) o el Mesón Pirineo (local también con una variedad de pinchos de decente calidad en el que acabamos la velada canturreando y montando un mini saraete). En definitiva, muchas risas en el grupo de peregrinos sibaritas que intentan no ir a albergues públicos para no tener toque de queda y no quieren cocinar para saborear con más intensidad la vida de los lugares en los que paran.
Pamplona - Puente de la Reina - Estella - Torres del Río
Fueron las tres etapas que no pude caminar. Ya por la noche en Pamplona hasta me apretaba la sandalia. Una de las ampollas no me drenaba porque el líquido se estaba volviendo espeso y turbio. Por ello, antes de irme hacia Puente de la Reina, preferí parar en el ambulatorio a ver si me las podían echar un vistazo porque me daba miedo que pudiera estar infectada.
Ese día fue especialmente duro, me dolían no solamente los pies sino el cuerpo entero y también el orgullo. Para colmo me sentía extremadamente cansada y tenía nauseas. Luego supe que mucho debió ser poque me estaba bajando la regla y con la endometriosis todo eso acaba siendo algo normal. Bastante bien se portó la enfermedad.
Aproveché dos de las tres jornadas para pasar a algunas iglesias que encontré abiertas y compartir el tiempo de espera con mi buen Pastor. Lástima que justo el domingo no encontrara ninguna para poder participar de la misa.
En Puente de la Reina dormimos en el Albergue Santiago Apostol y descubrimos el buen comer del Bar Aloa (según me dijo mi marido se lo recomendó el párroco del pueblo y no falló. ¡Riquísima la cuajada quemada).
En Estella optamos por dormir en el impecable Hostel Ágora. Ese día comimos una exquisita hamburguesa de chuletón en el Bar el Rincón y cenamos, con menos éxito, en un bar de la Plaza de los Fueros.
En Torres del Río acabamos alojados en el albergue Casa Mariela. Cogimos la cena que ellos nos ofrecían en el Hostal San Andrés para así, también, poder usar su piscina y pasar la jornada de la forma más amena posible porque en esta pequeña localidad no había mucho más.
Torres del Río - Logroño
Por fin llegaba la última etapa. No quise perdérmela, mis problemas parecían darme un respiro y, sin dudarlo, ese día me calzé las deportivas para compartir al menos una jornada peregrina con un buen amigo de mi anterior camino. Después de haber pasado por la muy Noble y Leal Ciudad de Viana (digna de ser visitada con calma) llegábamos juntos y triunfales a Logroño.
El camino no fue fácil pero en la meta nos esperaba la concatedral de Santa María de La Redonda, para dar gracias por el nuevo tramo finalizado, nuestra última noche en litera en el hostel Entresueños, y la famosa calle Laurel llena de locales en los que disfrutar del tapeo riojano.
Si te animas a ir hasta allí... para descubrir qué pinchos quieres pedir y el local al que acudir puedes asomarte a su web. Nosotros, como no podía ser de otra manera, cerramos la noche en la Pulpería La Universidad y pensando en cómo y cuándo continuar la marcha. Pero no hacia la cama porque sobrevivimos a la ruta de los elefantes sino hacia Santiago de Compostela, donde el apóstol nos espera.
¿Y tú? ¿Harás tiempo por aquí hasta la semana que viene? ¡No te vayas que regreso, siempre estoy en el camino! ;)
¿Has visto la lista de tapas y establecimientos? Echa un vistazo y luego, si quieres, dime en un comentario cuál no te perderías.
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