viernes, 20 de mayo de 2016

Romería del Rocío 2016, mi primer camino

No sé si el viernes pasado te quedaste esperando mi publicación, si fue así quiero pedirte disculpas. También es posible que estés echando en falta alguna receta dulce pues desde febrero, mes en el que compartí mi bizcocho marmolado, no he vuelto con nada más de ese tipo. Te prometo que pronto llegará el postre pero hoy, si no te importa, deja que me quede hablándote de una experiencia que ha marcado un antes y un después en mi devoción a la Virgen del Rocío: mi primer camino. 

Fuente: Web de la Hermandad Matriz de Almonte
(http://www.hermandadmatrizrocio.org/source/2016/IMG_2904.JPG)
Si para algo me ha servido todo lo vivido es para darme cuenta de que el Señor, además de muy generoso, es caprichoso. Y cuando deseamos algo lo mejor es permanecer pacientes sin perder la esperanza porque Él, de alguna manera, nos gratificará. A veces es posible que queramos demasiado y, quizá, no todo llegue. Por eso lo mejor es disfrutar de lo que tengamos en el momento sin obsesionarnos por lo demás.

Desde que llegó a mi vida la Blanca Paloma, hace ya 20 años, todas las primaveras he deseado ir a celebrar con Ella su fiesta grande. Al principio me entristecía no poder estar allí y envidiaba a todos aquellos que la tenían cerca. Con el paso del tiempo, y tras mi primera visita a la aldea en 2001, descubrí que también me hacía sentir llena de Rocío acercarme hasta su ermita, en una fecha cualquiera, y rezarle con una tranquilidad complicada de encontrar en los días de romería. Cada mayo (y cada día), aún estando lejos físicamente, empecé a sentir a la Madre, causa de nuestra alegría, próxima a mi. ¿Por qué? Porque lo que importa es que la llevo en el corazón. Y me sentía feliz viendo sus actos por la televisión y diciéndole: "¡Qué guapa estás! ¡No dejes que se apague mi amor por ti! ¡Tú, Reina de las Marismas, eres para mí la más bonita! Aunque en esta ocasión no ha podido ser... ¡ojalá algún día pueda estar allí contigo!". 

Foto realizada por Marian Montero
Este año, que he empezado a resucitar y estar más cerca de la iglesia, mantenía la ilusión de poder estar por tierras onubenses pero, curiosamente, a la vez me comenzaba a dar un poco igual. Desde hace unos meses siento que no por estar lejos físicamente de la Virgen del Rocío la quiero menos, ni Ella a mí, y que lo que debe preocuparme es que mis actos reflejen ese amor que digo que siento. De esta manera estaremos siempre cerca y juntas iremos hacia su hijo. ¡Ese sí que es el verdadero camino! Un trayecto lleno de momentos dulces y adversidades que, con fuerza y ánimo, debemos superar aunque a veces nos resulte difícil. Sin embargo, también es verdad, que ha resultado todo un privilegio poder estar allí celebrando la llegada del Espíritu Santo.

A falta de una semana para Pentecostés, el día de la Ascensión del Señor, anunciaba por mi facebook la cercanía de la romería con estas palabras:

¡Qué poquito falta Señora para que tus caminos 
vuelvan a llenarse un año más de numerosos peregrinos!
¡Qué afortunados aquellos que dentro de una semana puedan estar por tu aldea! 
Y seremos dichosos también los que cada día, 
aunque nos encontremos lejos geográficamente, 
podemos ir a tu encuentro de manera espiritual.
Cogida de tu mano voy, dame fuerza y ayúdame a levantar, y seguir, cada vez que caiga.
Madre misericordiosa y Virgen digna de veneración, Ruega por nosotros.

Es evidente, nada me hacía imaginar que, después de una conversación el lunes por la tarde con mi profesor de guitarra flamenca, una llamada por la noche a otra buena amiga y la gran generosidad de la Hermandad de Torrejón de Ardoz (que me acogió a falta de un día para emprender el camino y a quien estaré eternamente agradecida), me harían cambiar de mensaje:

Porque Dios existe, porque los sueños a veces se cumplen, 
porque quien la sigue la consigue, porque el destino es caprichoso, o por lo que tú creas... 
el caso es que a veces, sin saber muy bien cómo, 
llegan a nuestra vida cosas con las que ya no contábamos.
Y esta claro, Señora, si tú me dices ven yo intento dejarlo todo.
Deseando peregrinar hacia tu ermita.  


Y eso hice. Ni la lluvia, ni la menstruación (que es una de las cosas que más teme una enferma de endometriosis que sufre y acepta lo que tiene encima), ni la alergia que me acompaña en estas fechas me frenaron. Allí estuve, disfruté, reí, lloré de alegría, fui feliz, confirmé que la gente es buena y generosa por naturaleza... y tener que mojarme, andar un poco más de lo previsto, quedarme sin hacer noche en el camino, o no poder ver guardarse a la Virgen son nimiedades que lo que me animan es a tener que volver. 

En estos días he descubierto que:
  • La romería del Rocío es fiesta pero mucho más sentimiento y devoción. 
  • Para algunos parece un escaparate y una ocasión de disfrutar del postureo pero, vivido en hermandad, se puede sentir con facilidad la alegría y la fe sencilla que existe en la mayoría de los rocieros. 
  • Aunque pueda parecer un evento descontrolado allí no hay lugar para la improvisación. 
  • El tumulto que rodea a la Virgen en la procesión es mucho menor de lo imaginado y consecuencia del acto de protección que los almonteños ofrecen a su patrona. 
  • Con cariño, respeto, educación y un poco de apreturas (eso también) el Rocío puede ser una experiencia inolvidable. Deseando repetir si el "Jefe" celestial, y su adorada Madre, quieren que así sea.

No hay palabras para expresar las emociones que recorrieron mi cuerpo en cada paso que di, en cada acto en el que participé, en cada momento junto a la carreta, en cada conversación mantenida con otros hermanos, en cada segundo compartido, en cada gesto percibido. Creo que nunca podré compensar la alegría reportada ni el amor regalado que allí he sentido. Y por todo ello doy gracias.
  • ¡Gracias a Dios por todo lo que para mí tenía planeado!
  • ¡Gracias a mis padres por haberme ayudado a mantener mi fe rociera aunque, en apariencia, no sea compartida!
  • ¡Gracias a mi marido por no sentirse abandonado estos días y haberme animado a vivir la experiencia!
  • ¡Gracias a Juan Camacho por impulsarme a hablar con Marian Montero y a ésta por mediar ante la Hermandad de Torrejón! ¡No solamente sois buenos guitarristas sino que también habéis demostrado ser bellas personas!
  • ¡Gracias al padre Ángel por sus sabias palabras y a todos los hermanos que me acogistéis! ¡Qué vuestros corazones no pierdan nunca la caridad y la generosidad demostrada! María, compañera de Faja Suite, ¿qué te voy a decir? Que siempre me unirá a ti un bonito recuerdo material lleno de volantes. ¡Ole tú! Y mil gracias por haberme permitido no solamente estrenar uno de tus trajes sino por ponerlo a mi disposición y dejar que me lo trajera a casa.
Rocier@, y ahora que todo ha terminado y tenemos un año de espera... ¿qué vas a hacer? ¿Me cuentas tus impresiones? Me gustaría conocerlas. ¿Me acompañas a gritar?

 ¡Viva la Virgen del Rocío!

2 comentarios:

  1. Diez veces mas aguantaríamos todos unidos aquel cansado y mojado camino, cantaríamos los acordes de tu guitarra y compartiríamos lágrimas y risas contigo. Mi corazón está lleno de dicha celestial por nuestra Reina de las marismas y de fraternidad y esperanza en las personas, gracias a gente como tu. El camino nunca termina, siempre se une al del año siguiente y te quiero a mi lado siempre que Dios quiera. Gracias por todo María.

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    1. ¡Gracias a ti por las bonitas palabras que me dedicas!
      Diez veces son pocas... las que hiciera falta repetiría yo ese camino porque me encantó compartirlo con vosotros. Generosidad desmedida la que encontré, agradecimiento eterno el que tendré.
      Seguimos haciendo camino y esperando que Dios quiera que sigamos juntos muchos años.
      ¡Qué viva la 115 y cada uno de sus hermanos!
      ¡Os quiero y espero volver a veros pronto!
      :)

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